En la cuneta cae la noche y la soledad. Tres mujeres con el miedo en las ojeras, pies maltrechos y doloridos por un correr sin sentido. Los grillos negros alzan su canto de bienvenida y ellas, con sus latidos, palmean al coro de cantores. Miedo a dormir, no sea que la noche traiga una venganza sin sentido. El cuerpo pide sueño, la mente una veloz carrera. Grillos locos disparándose soliloquios, los corazones a punto de desbocarse. ¿y si huimos a Francia? Pero en la noche hambrienta, el terror huele la sangre de sus presas. Padre nuestro que estás en los cielos...